Para poder evolucionar dichas capacidades, se considera imperativo abordar estos cinco retos:
Resiliencia ante la incertidumbre: En un mundo volátil, las organizaciones con sólidas capacidades de autogestión y de autorregulación están mejor preparadas.
Adaptación al entorno cambiante: Las organizaciones deben adaptarse y responder ágilmente a los desafíos y oportunidades que se presentan. La autogestión y la autorregulación les permiten ajustar sus estrategias, procesos y recursos de manera interna, con lecturas del entorno de manera estratégica para contribuir a los objetivos de la Agenda 2030.
Incremento de la eficiencia y la eficacia: Al desarrollar capacidades para la autogestión y la autorregulación, las organizaciones pueden optimizar sus operaciones, con una mejora en la eficiencia y la eficacia de sus actividades.
Fomento de la responsabilidad y la autonomía: La autogestión y la autorregulación implican delegar responsabilidades y empoderar a los miembros de la organización para tomar decisiones informadas y asumir la responsabilidad de sus acciones.
Desarrollo de sistemas de evaluación integrales. Para garantizar la calidad educativa, en el marco de la autoevaluación y autoregulación, es necesario establecer sistemas de evaluación integrales, como una expresión holística de la calidad educativa, que vayan más allá de las pruebas estandarizadas.